El tiempo llegó a la Edad Media con una clara necesidad: medirlo

El tiempo que siempre pasa, recordando el pasado y caminando hacia el futuro. Días y noches que se contaban en los combates de las primeras civilizaciones, años de guerra en el medievo, momentos en los que había que comer o realizar actividades diarias intentando guiarse por el sol, las estrellas, la conducta de los animales, las estaciones…

Podemos ir con nuestra imaginación a un día de la Edad Media, a una torre astronómica en la que se observaban los movimientos celestes y se empezaba a medir el tiempo, a averiguar cuando era mediodía para avisar a la población. En esta regresión fantasiosa, un equipo de expertos intenta desarrollar una especial medida, observando al sol, esperando una luna cambiante, calculando días, noches, tiempo dedicado al tiempo.

Nacen los segundos, los minutos, las horas, los días, los calendarios, se trata de la medición humana del tiempo y de la creación del instrumento para medirlo, el reloj.

Ahora, las dos agujas de un reloj  nos informan con precisión en su movimiento de la hora y el minuto. Pero antes de nosotros, alguien cambió el mundo calculando las medidas del tiempo y fabricando relojes.