Joyapedia
 

Un auténtico regalo

Una verdadera joya

La función simbólica da significado a la joya; le permite representar diferentes conceptos en diferentes culturas, también es fruto de la interpretación del usuario. Éste le otorga valor por encima del precio o de la complejidad de su construcción, la valora por el mensaje que le ayuda a comunicar dentro de su entorno social, por lo que le permite representar ante los demás y lo que significa para sí mismo.

¿Pero qué ha permitido que la joya comunique? Hay varios elementos que intervienen en esta comunicación: la tipología, las formas, los temas pero, sobre todo, su materialidad.

Precisamente la materialidad es lo que diferencia a la joyería de otros artículos de adorno personal porque una joya se caracteriza por el valor intrínseco de su materia, por su contenido además de sus formas, por la autenticidad de los metales preciosos, las gemas, las piedras preciosas o semipreciosas que componen el objeto.

 

Lo falso y lo auténtico

Hay joyería para todos los poderes adquisitivos, para todas las edades, para diferentes gustos, femenina y masculina pero todos los tipos de joyería existentes tienen algo en común, la autenticidad de sus materiales. La plata, como metal precioso, el oro, en sus distintas aleaciones, desde el menor grado de pureza hasta el clásico dieciocho quilates del mercado español, el platino, los engarces de las piedras, engastadas que no pegadas, los diamantes, que no otra piedra falsa, las piedras preciosas como la esmeralda, el zafiro, el rubí o las gemas, como la verdadera perla. La autenticidad es lo cierto, lo veraz, lo que no parece sino que es.

Por eso, lo que es, puede pasar de generación en generación, tiene incluso un valor que no tienen otros adornos que adquirimos cuando han pasado cinco, diez o cincuenta años. Por eso guardamos las joyas, y no otras cosas, con más esmero, más cuidado, por su autenticidad.

 

La joya y su diálogo con la moda

Roland Barthes (Cherburgo 1915-París 1980), filósofo, ensayista y semiólogo, se pregunta ¿De qué forma dan los hombres sentido a las cosas que no son sonidos? Considera que la joya ha cambiado como signo, connotándose como democratización e igualdad. Sostiene que la joya se transformó y convirtió su poder de significación en elemento de moda y de estilo.

La joya es un signo, lleno de significados y sentidos dados por usuarios y observadores, esto demuestra el carácter social de la joya. La joya, como reflejo social se ha configurado de diferentes formas a través del tiempo, en la Edad Media se caracterizó por la exuberancia, las formas decoraban con excesiva ornamentación a los usuarios. Siempre se ha buscado impresionar la percepción del usuario, deslumbrarlo, con el fin de que valore la capacidad expresiva del producto y para esto se han empleado diferentes técnicas: el empleo de materiales valiosos, novedades formales y estilísticas, escasez, exclusividad, alto precio y creación de tendencias entre otras.

La joya ha acompañado a la persona desde el principio de los tiempos, creada por él y traída de la tierra ha sido usada como objeto ornamental y decorativo, un adorno que embellece la presencia física del ser humano. Pero esas piezas han traído consigo un mensaje, un significado, no solo han cumplido en el tiempo esa función ornamental sino que se han distinguido por tener una función comunicacional. Llevan mensajes que han sido configurados por quienes las crean y a la vez mensajes que son fruto de quienes las interpretan. La joya está llena de intenciones, de mensajes que se transmiten y hacen parte del sentir y de la cultura de los pueblos.

Una pieza de joyería es un objeto pequeño que puede tener un gran significado para una persona. La gente y la joya son inseparables; la joyería teniendo una escala humana, la gente dando significado a la joyería. Jerarquía, poder, amor, protección: la joyería siempre se ha usado para comunicarse con los demás (Siemelink, 2008).

Según el diccionario de la RAE, la moda es el “uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país, con especialidad en los trajes, telas y adornos, principalmente los recién introducidos”.

¿Es la joya una excepción a la moda? No. Y también sí.

 

La joya y su diálogo con lo diverso

Diversos, distintos, los que tienen una existencia diferente, de distinta forma. O lo que es lo mismo, lo personal. Joyas que se adaptan a la realidad de cada mujer y cada hombre, exuberantes cuando impera el minimalismo, simples cuando la moda establece otro canon.

La joya es un elemento lo suficientemente diferenciador como para marcar un criterio de nuestra imagen en sociedad, nos presentamos con una forma determinada que es la que queremos ofrecer a los demás, un diamante como piercing, una amatista a juego de labios morados, cuentas de azabache ensartadas en mujeres góticas…

¿Acaso hay algo más diferenciador que una joya auténtica, de verdad, cuando queremos decir cómo somos?

 

La joya discreta

A menudo cuando se habla de joyería, vemos imágenes de joyas preciosas, nos visitan en las revistas cuando la aristocracia se engalana en una cena de Estado, en las magníficas bodas, donde las novias sí llevan joyas, como se puede comprobar en cualquier eco de sociedad, en los paseos por la alfombra roja de la industria del cine en los famosos OSCAR pero puede que nuestras manos lleven un simple recuerdo de nuestra madre mientras escriben en una pizarra y enseñan a otros, o cuando un diamante se engarza, solitario, en un anillo de discreto oro blanco cuando lo vemos brillando en nuestra mano, en la oficina, y nos recuerda un precioso momento, o en la simple alianza amarilla de cuando nos casamos, o tal vez, con esa gargantilla sencilla que nos regaló alguien a quien queremos o quizá, en esos gemelos que tanto le gustaron a él, en el botón de corbata que se engancha como un alfiler, sencillo y elegante, o en esas perlas que iluminan el rostro de nuestra hija con su blancura anacarada, o en la medalla de oro que cuelga del faldón de nuestro bebé , o ese reloj precioso que me compré cuando, por fin, logré mi primer sueldo...

La joya discreta, la de todos los días, pero nunca falsa, auténtica como los días auténticos que vivimos.

 

Una joya es para siempre…

¿Siempre? Sí. Lo auténtico dura siempre pero si nos cansamos de la misma pieza, también siempre hay un joyero que la puede cambiar, variar su forma, otorgarle otro diseño o cambiar una cosa por otra. ¿Se imagina lo mismo con cualquier otra cosa que usted compre?

 

El valor y el precio

No es lo mismo. La joya siempre tendrá un valor, el de sus materiales, el del deleite que nos proporciona, el del recuerdo que nos trae, el del amor de quien la adquirió para nosotros, el de la forma que la sustenta, el del diseño de un afamado joyero, y ese valor nunca disminuirá, del mismo modo que si se adquiere una obra de arte o un jarrón de famosa porcelana o cristal.

Pero además, la joya, pasado el tiempo, incluso mucho tiempo, siempre tendrá un precio, dependiendo del tiempo y de su firma, su precio será mayor o menor de lo que costó.

 

Cuando abras ese paquete, no demasiado grande y…

respires con algo de agitación, creerás que es algo de verdad, auténtico, viene en una bella caja, y dentro hay un pequeño cojín sobre el que se posa un pequeño cordón negro del que cuelga algo de plata preciosa, o una gran perla gris engazada en oro rosa, quizá, un anillo con diamantes dispersos sobre él, tal vez, esos pendientes de rubíes cuyo rojo contrasta con la palidez del rostro, o ese reloj que tanta ilusión le hacía que le comprara su mujer, por fin, los gemelos que necesitaba para la camisa del traje, ah, ese paquete… es uno de esos momentos de la vida, distinto a la rutina, ese feliz instante que absorbemos…

Por fin, lo descubrimos. Es una auténtica joya.



Fuentes: “La joya como comunicadora social”, Yina Santisteban Balaguera, Universidad de Palermo, Buenos Aires; Roland Barthes, Valeria Siemelink, entre otros autores y A.E.J.P.R.

 

 
Dise?o web Umbradanza
ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE JOYEROS, PLATEROS Y RELOJEROSMapa webInformación legal  Facebook Twitter