La plata
Los orígenes del nombre
El símbolo Ag corresponde a la abreviación de la palabra latina argentum, a su vez derivada del griego argyros, nombre dado por los antiguos romanos para denominar la plata y, en la actualidad, aún continua llamándose así en tres idiomas latinos: francés, italiano y rumano. Sin embargo, en español y portugués y, por tanto, en el mundo Iberoamericano, a este mineral lo llamamos plata y prata, derivando este nombre de un adjetivo calificativo latino platus, en griego platium, declinado en dativo femenino, cuya traducción exacta significa lámina, y en forma literal: “lámina blanca” que era la forma de transporte del mineral.
Basta con recordar Tartesos, la espléndida Tarsis de la Biblia, para constatar el esplendor de sus extraordinarios trabajos de orfebrería, durante los siglos VII al V a.C., pero desconocemos con que nombre se determinaba la plata.
La plata en los pueblos y sus costumbres
Sabemos que las primeras monedas que se acuñaron en el Mundo Antiguo fueron en Lidia, hoy Turquía, a finales del siglo VII a. C., muy pocas han llegado hasta nuestros días, pero algunas las podemos ver en el Museo de Pérgamo en Berlín.
En la Antigüedad, en los apartados de la magia y la alquimia, la plata tuvo un gran protagonismo. Se la llamaba Luna y también Diana. Se representaba gráficamente en su faceta de cuarto creciente. Los magos asirios (siglo V a.C.) le atribuían espectaculares poderes viriles. Por otra parte, en el antiguo Egipto era práctica habitual que las mujeres paladearan láminas de plata oxidada para ayudarse a concebir hijos varones. Estas láminas eran dadas siempre por un sacerdote de la diosa Isis, conjuntamente con el rezo de unas plegarias.
En Grecia los hombres usaban la boca como monedero para las monedas de plata y oro. La moneda más estable y “seria” de la Antigüedad, fue el dracma ateniense. Contenía alrededor de 65-67 gramos de plata fina y sirvió como moneda fiduciaria durante varios siglos en todo el Mediterráneo. En la Grecia clásica no existían minas, su extracción era superficial y no en grandes cantidades por lo que su posesión era valiosísima.
Con la unificación de los estados griegos por las conquistas de Filipo de Macedonia y de su hijo Alejandro Magno, aparece el sistema extracción en mina, minas que los macedonios ya explotaban en sus territorios desde tiempos atrás.
El griego Diodoro (s. I a.C) cuenta que los montes Pirineos, la cordillera que separa España de Francia, estaban cubiertos por tupidos bosques los cuales, por descuido de unos pastores, ardieron con tal vehemencia que el intenso calor derritió los minerales, cayendo la plata por sus laderas como ríos de agua. De esta gran hoguera, pyrás en griego, o pira ignis (todo arde) en latín, es de donde se deriva el nombre de Pirineos.
Continúa diciendo Diodoro, que los nativos (los cuales no aclara quienes eran) cambiaban a los mercaderes fenicios la plata por mercancía baladí, en tales cantidades que para transportarlas en sus naves, los fenicios sustituyeron sus anclas de plomo por otras de plata. Este pasaje fue escrito y comentado magistralmente, por el gran polígrafo mexicano Alfonso Reyes.
La verdad es que sí existieron y se extrajeron en la Antigüedad grandes cantidades de plata en la Península Ibérica. El gran historiador romano Plinio narra que, si bien había plata en todas las provincias romanas, la mejor era la procedente de España y clasificaba las minas del sur como excelentes. Pero un historiador del Mundo Antiguo, cuando trabaja con cifras y cantidades de esas épocas, debe siempre considerar que las proporciones no son las mismas.
La plata en el sistema monetario
Las primeras monedas acuñadas en España aparecen en el siglo III a.C. Aunque también se hicieron de oro, la mayoría de ellas, las que circulaban para las transacciones económicas, eran de plata. Dado que en el territorio peninsular habitaban diferentes pueblos, la emisión de monedas era variada. Encontramos el dracma griego, el fenicio, o simplemente aros de plata usados como monedas ya que su peso, por sí solo, justificaba su valor en cualquier transacción comercial.
Pero más tarde, el mundo occidental se sumió en un abandono que llevó al trueque y desapareció el sistema monetario que se había basado en la plata.
Con el desarrollo económico del siglo XI, en toda Europa reapareció el sistema y la acuñación de la moneda. Los reyes cristianos peninsulares quieren emular a los reinos de taifas y, como los árabes, el oro será su moneda más valiosa seguida por la plata.
Ag un elemento químico
Elemento químico, símbolo Ag, número atómico 47 y masa atómica 107.870. Es un metal lustroso de color blanco-grisáceo. Desde el punto de vista químico, es uno de los metales pesados y nobles; desde el punto de vista comercial, es un metal precioso. Hay 25 isótopos de la plata. Sus masas atómicas fluctúan entre 102 y 117.
En la mayor parte de sus aplicaciones, la plata se alea con uno o más metales. La plata posee la más alta conductividad térmica y eléctrica de todos los metales, es un elemento bastante escaso. Algunas veces se encuentra en la naturaleza como elemento libre (plata nativa) o mezclada con otros metales. Sin embargo, la mayor parte de las veces se encuentra en minerales que contienen compuestos de plata. Los principales minerales de plata son la argentita, la cerargirita o cuerno de plata y varios minerales en los cuales el sulfuro de plata está combinado con los sulfuros de otros metales.
La plata pura es un metal moderadamente suave (2.5-3 en la escala de dureza de Mohs), de color blanco, un poco más duro que el oro. Cuando se pule adquiere un lustre brillante y refleja el 95% de la luz que incide sobre ella. Su densidad es 10.5 veces la del agua. La calidad de la plata, su pureza, se expresa como partes de plata pura por cada 1000 partes del metal total.
La plata y la medicina
Pero la plata también tiene su protagonismo importante en el campo de la medicina. Bajo su preparación coloidal, hasta el descubrimiento de los antibióticos, cubría esta función en enfermedades infecciosas. Se utilizaba, y aún suele hacerse, como reconstituyente, cicatrizante, en dermatología y en muchísimas cosas más.
El español Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de medicina, alcanzó tan alta distinción por sus trabajos con sales de plata para fijar las dendritas y los axones de las neuronas cuando descubrió que el sistema nervioso era una serie de retículos conectados. También descubrió los usos de la plata coloidal para hacer radiografías y, sobre todo, no debiéramos olvidar sus mil usos en la industria, es decir, en nuestra vida cotidiana.
Fuente: Myriam Sagarribay
La orfebrería y los plateros
La orfebrería es el arte de labrar los metales ricos, el oro y la plata. Formada sobre la voz orfebre (lat. auri faber, artífice de oro), la palabra orfebrería ha venido a desplazar a la voz platería, antes más usada y fijada en calles y plazas donde las tiendas y talleres de los plateros han mostrado durante siglos sus labores, tal vez por entenderse que la platería únicamente trabaja la plata, mientras que la orfebrería comprende las obras en ambos metales. Una y otra, sin embargo, pueden considerarse como sinónimas, y a pesar de que en castellano hay varios nombres, aparte de orfebre, para denominar a los artífices del oro, como orífice, oribe u orive, orespe, orebce (todos derivados del lat. aurifex, icis), ellos mismos han preferido llamarse plateros, distinguiendo entre plateros de oro y plateros de plata según trabajaran y se hubieran examinado en la técnica de uno u otro metal. Modernamente han venido a sumarse a su quehacer las labores artísticas en platino.
Conocida también antes que el bronce, la plata, sin embargo, tuvo en los tiempos prehistóricos menos difusión que el oro. Por todo ello, la orfebrería es una de las artes más antiguas desarrolladas por el hombre, predecesora de la toréutica o arte del bronce, y desde luego, de la forja o arte del hierro, nacida ésta con la segunda Edad del Metal en los últimos siglos del II milenio a.C.
La plata, con ser más abundante, no se empleó en principio con tanta frecuencia como el oro, seguramente por encontrarse en estado menos puro lo que obligaba a trabajos previos más dificultosos para fundirla y refinarla.
La plata como metal de adorno y decoración: La orfebrería y sus estilos
En cuanto a los orígenes de la orfebrería, su inicio se asocia al desarrollo de las primeras civilizaciones entre cuyos restos destacan los elementos decorativos elaborados con metales nobles. En el Oriente Próximo aparecen los primeros trabajos de orfebrería hacía el cuarto milenio antes de Cristo. Las realizaciones de los egipcios ya revelan el gran dominio que de esta técnica tuvieron sus artífices.
La orfebrería europea aparece en el III milenio a.C. utilizando inicialmente el oro y posteriormente la plata como materiales base extendiéndose en el II a.C., por toda la fachada atlántica la utilización de gran variedad de piezas de este metal martilladas. En esta época las decoraciones se realizaban mediante cincelados finos y ligeros utilizando herramientas de sílex. En ocasiones aparecen en los bordes pequeños relieves conseguidos mediante el repujado con punzones de hueso o de cobre. Estas técnicas de trabajo se van a mantener en lo esencial hasta nuestros días
A lo largo de la Edad Media la orfebrería elaboró objetos destinados al culto cristiano y para uso de las clases sociales más pudientes, desde cálices y cruces a magníficos retablos construidos en oro y plata para las catedrales. El medievo fue la era de la fe. La Iglesia durante siglos, dio trabajo a artistas y artesanos casi con exclusividad. Solo algunos reyes y señores, como Carlomagno, patrocinaron la construcción de grandes edificios u obras de arte. Durante el gótico, la iniciativa en este orden de cosas correspondió también a corporaciones como los consejos y los gremios.
A partir del siglo XI se produjo en Europa una especie de renacer de todas las actividades humanas, tras los terrores del año 1.000. La artesanía se benefició notablemente en este sentido, se crearon así corporaciones profesionales, los gremios, encargados de dirigir y regular las actividades de los artesanos.
La orfebrería es tan antigua como el hombre, tuvo durante la Edad Media una gran importancia. Monasterios e iglesias encargaban infinidad de obras. La orfebrería bizantina era suntuosa y más que delicada.
Con el románico se produjeron gran cantidad de crucifijos, relicarios, cofres, cálices. Se hacían estatuillas o bustos relicarios en plata o plata sobredorada. La orfebrería gótica conoce dos vertientes, importantes en igual medida si nos atenemos a la brillantez de los resultados obtenidos: la religiosa y la profana.
Los orfebres las cultivaron por igual aunque se han conservado más manifestaciones de la primera que de la segunda. La sociedad medieval apreció los objetos lujosos y los encargó para embellecer las iglesias, sus residencias e incluso como adorno personal.
Los temas de la arquitectura gótica, pasaron también a la orfebrería: se hicieron obras muy complejas coronadas con filigranados, pináculos, calados... tanto en España como en Francia, Alemania, Inglaterra e Italia, donde se destacaron los talleres de Siena en Venecia y Florencia. Se destacan en ésta época, las cruces profesionales y las custodias. El material más genérico fue la plata sobredorada, embellecida con aplicaciones de esmaltes que a partir de principios del siglo XIV fueron traslúcidos. Durante el gótico para los objetos de uso litúrgico se consolidaron las tipologías anteriores, aunque se introdujeron elementos nuevos. El pie de los cálices, cruces, relicarios, etc. abandona su forma circular para hacerse pediculado; los brazos de las cruces se complican y sus extremos adoptan forma flordelisada. En lo que respecta a los relicarios, se generaliza el uso de los denominados parlantes.
Los artífices de Paris debieron ser numerosos puesto que ya en el siglo XIII se consideró precisa su reglamentación Esta época también fue espléndida en la orfebrería española.
Los árabes imprimieron especial carácter a sus obras, demostrando sus artesanos gran maestría en los trabajos de fundición, forja, cincelado, repujado y elaboración de la filigrana menuda.
De la orfebrería del Renacimiento, podemos decir que fue tan importante, que muchos de los grandes artistas italianos de esa época, además de escultores, pintores o arquitectos, fueron sobresalientes orfebres. Taes son los casos de Ghiberti, Donatello, Filippo Brunelleschi, Domenico Ghirlandaio, Andrea Verrocchio, y, por supuesto, Benvenuto Cellini, de este último se conservan piezas notables en diversos países europeos.
El gusto abigarrado y pictórico desplegado por el estilo barroco encontraría en la orfebrería tanto de Europa como de Hispanoamérica un lenguaje de suntuosidad y riqueza deslumbrante, no siempre presidido por el buen gusto. La abundancia de piezas y tendencias impide toda síntesis. Tanto la Francia de Luis XIV como Italia, Alemania e Inglaterra conservan, a pesar de graves pérdidas, un cuantioso repertorio de platerías. En España, pese a destrucciones y saqueos de tantas guerras, queda un muestrario variadísimo, desde la austeridad herreriana de la platería del tiempo de los Felipes, todavía obediente a los diseños manieristas divulgados por Juan de Arfe, hasta los primores rococó del cordobés Damián de Castro en el XVIII avanzado. Las custodias procesionales y los ostensorios manuales se enriquecen con pedrería preciosa. Las andas para imágenes, tronos, frontaleras de altar, tabernáculos de gran tamaño como los de la isla de Tenerife en Canarias, revestidos de chapas de plata repujada, todavía asombran por su riqueza. Resucita la vieja técnica de la filigrana morisca en Córdoba, Salamanca y Astorga. En la platería civil el repujado llega a extremos de prominencia y barroquismo notables, que en la América española, México, Perú y Bolivia sobre todo, tiene expresiones de recargamiento y reiteración aún más declamatorias.
Con el advenimiento del neoclasicismo, y los esfuerzos del despotismo ilustrado, la platería se acomoda a los dictados del academicismo. También se industrializa al compás de los adelantos mecánicos. Son los días de la Platería de Martínez, la escuela madrileña protegida de Carlos III que propaga su estilo frío y correcto. Aunque refinadas en sus recuerdos griegos y egipcios, las obras del primer Imperio en Francia resultan reiterativas.
A lo largo del S. XIX, los estilos eclécticos van ahogando la producción artesana, cada vez más presa de la industrialización determinada por los progresos técnicos de la galvanoplastia y los procedimientos electroquímicos. Sólo cuando algún arquitecto, como Gaudí, proporciona diseños modernistas a plateros y herreros, surgen piezas de alguna novedad estilística. Es lo que también ha hecho más recientemente Miguel Fisac al acomodar las formas de los vasos sagrados a los conceptos funcionalistas de sus nuevos templos, o lo platea Dalí en sus fascinantes joyas pseudosurrealistas.
Fuente: J. Hernández Perera entre otros autores y artículos.