Joyapedia
 

El comercio especializado

No sólo es un comercio especializado aquél que se concreta en unos objetos de un sector y que se opone a la tienda que vende todo tipo de artículos sino que lo es también porque el comerciante es un profesional especial que ha de conocer extensamente las especificaciones técnicas de los objetos que comercializa. Por ello, el “joyero” tiene la capacidad de asesorar al cliente.

 

¿En qué consiste la especialización?

Hay actividades que no requieren de un conocimiento especial y complejo, que no necesitan de un profesional.

No es oro todo lo que reluce. Ni plata todo metal blanquecino y brillante.

No son perlas las bolas de cualquier material con apariencia de perlas aunque se publiciten como perlas incluso con un alto precio pero carente de las características de las perlas.

Las piedras preciosas pueden tener el mismo tamaño pero diferente precio porque hay otras características que determinan su precio en el mercado.

El joyero vende moda cuando la joya es el complemento, alta joyería cuando la joya es la que impera sobre la indumentaria, piezas peculiares cuando éstas determinan la personalidad, arte cuando se trata de un objeto perteneciente a las artes decorativas.

Por tanto, hay muchas clases de joyas y de joyeros, porque su conocimiento abarcará uno u otro segmento de la profesión y podrá complementarse continuamente con estudios superiores pero todos los joyeros tienen algo en común. Todos venden algo de valor intrínseco.

 

El profesional y el valor: Saber hacer

Tanto el que realiza la pieza como quien la vende se integra en un concepto coloquial comprendido por todos: Joyero.

Es joyero quien elabora o vende objetos con metales preciosos en los que éstos son protagonistas o en los que éstos sirven de engarce a una gema o piedra preciosa. La finalidad de tales objetos es variada, para ponerse o llevar en uno mismo; para dotar de elegancia a una fotografía enmarcándola en plata, para vestir una mesa con una cubertería o para exponer un objeto en una vitrina.

El valor intrínseco de estos artículos es lo que hace que cuando alguien quiere halagar a otra persona o dar importancia a alguna cosa, utiliza la expresión “es una joya”.

Para vender “valor” se precisa de una formación especial que permite saber la calidad de una pieza, la pureza del metal, el tipo de piedra, el oriente de la perla, las diferencias de los mecanismos de un reloj y, aunque, se trate de una joya comercial, una sortija de oro o plata, una medalla de bautizo, unas perlas de niña, no será como algo que se compra, se usa, y pasado un tiempo, se deteriora.
En eso consiste el valor, es eterno. Su precio es coyuntural porque dependerá de cuándo se compró, dónde, de su diseño, pero a diferencia de los precios de otras cosas que nos compramos, una joya puede ser lucida durante todos los años que uno desee y no cambiará. ¿Podemos imaginar cualquier otra cosa que nos compremos y luzcamos durante años y años y siempre siga igual? ¿Podemos imaginarnos transformando esa cosa en otra con el mismo material o cambiándola por dinero?

Si alguien quiere invertir quizá deba adquirir valores como acciones y no joyas. Pero si alguien quiere vivir, puede probar la sensación de lucir algo auténtico que, existió siempre en la naturaleza y, que además, siempre tendrá valor.

Ese valor obliga a la responsabilidad y, por ello, los profesionales de la joyería son asiduos asistentes a congresos, jornadas técnicas, conferencias y tertulias cuyo contenido son los objetos que muestran al consumidor final. No son subastadores, mediadores o recicladores de joyería, se responsabilizan personalmente de la calidad de aquello que venden, sus comercios son visibles y permanentes, se integran en organizaciones sectoriales reconocidas legalmente y componen una red de más de nueve mil profesionales.

 

 
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